miércoles, 22 de diciembre de 2010

MENSAJE DE NAVIDAD


La felicidad de la que hablamos en navidad, es un concepto mal aplicado como vacío. Para mi son días normales. A lo sumo, la felicidad mayor sería poder celebrar que los mensajes de Jesús estuvieran siendo realidad constante. Pero bajo el sistema en que nos hemos desenvuelto durante siglos, los que pueden viven todo el año en su propia felicidad, consumiendo de banquete en banquete, de fiesta en fiesta, comprando ropa y derrochando a costa de la pbreza de los demás; de aquella misma pobreza que combatió el tergiversado Jesús y de quien muchos de los que dicen ser seguidores, lejos de imitarlo, están confabulados con las peores causas. Entonces, cuando llega la etapa de navidad inventada por ellos mismos, obligan a consumir en dos o tres dias a los que pasan todo el año batallando para sobrevivir, la migaja salarial navideña que va a parar de nuevo a sus siempre repletos bolsillos.
Lo más triste de todo radica en el convencimiento colectivo del falso simbolismo cristiano que le han logrado impregnar a las festividades, con el visto bueno de la Iglesia Católica, cómplice por excelencia del poder político y económico. En las diferentes culturas de la humanidad abundan los simbolismos, religiosos y no, contra lo cual no debemos oponernos, siempre que se trate de una auténtica intención de mantener vivos valores positivos mediante la cultura; pero en el caso el la navidad, a la usanza de Occidente, se trata de todo, menos de simbolismo cristiano. Realmente se trata de un ardid comercial tan arraigado ya, que lo primero que piensa la generalidad de las personas, es en planificar todo lo relativo al consumo, tanto de uso personal y para el hogar, como la diversión familiar basada en los manjares, bebidas y bailes. Todo esto no estaría mal, si se clasificaran como secundarios después del simbolismo fundamental. Pero las extravagancias están presentes año tras año y los encedidos de costosos "arbolitos" contrastan de manera ofensiva con la miseria de los pueblos africanos, latinoamericanos y varios asiáticos.

En aras de "dinamizar la economía", se debilita la economía popular. Aquellos que han sido excluídos de todo lo que significa disfrutar de las bondades del planeta, en gran medida, desconocen las causas reales de sus desgracias. Han sido convencidos y confundidos con la propaganda religioso-mercantilista de que deben haber pobres y ricos para que el mundo sea mundo. Por eso, para algunos seres humanos no se puede hablar, no sólo de esperanza; ni siquiera de desesperanza, toda vez que han sido sustituídas por el conformismo. Y si acaso se habla de esperanza, la religiosidad les dice que ésta llegará por vía Divina, cosa que satisface grandemente a los explotadores que son los verdaderos ateos.

Quien lucha por una utopía, no se rinde. Aún cuando revertir una situación como la descripta, puede verse como un imposible, creo que debemos tener utopías para dar sentido a la existencia; es lo que justifica luchar por la superación humana en el verdadero sentido humano del término. No hacerlo,  mientras la banalidad nos hace descuidar, hasta dañar, nuestro propio hábitat, es un suicidio colectivo. Vivir inclaustrados permanentemente en círculos viciosos, repitiendo los mismos clichés como "feliz navidad y próspero año nuevo" o "que éste año se nos cumplan todos nuestros deseos", como si el ciclo de doce meses fuera lo determinante; si no comenzamos desde ahora, jamás alcanzaremos la verdadera superación ni felicidad que tanto nos deseamos.

 LO QUE MENOS SE CELEBRA EN NAVIDAD, ES EL NACIMIENTO DE JESUS; ASI COMO EN SEMANA SANTA, LO QUE MENOS SE RECUERDA ES SU MUERTE. ¡BASTA DE HIPOCRESIA!.