martes, 15 de diciembre de 2009

DELINCUENTES EN POTENCIA

He escuchado a mucha gente decir que los delincuentes callejeros, aquellos que, producto de la pobreza y falta de oportunidades, deberían irse a trabajar o estudiar en lugar de delinquir. Quienes eso dicen hablan, unos por ignorar las causas y sólo ver los efectos, mientras que otros con conocimiento de causas, pero sin admitirlas públicamente, por pura conveniencia de clase. El caso es que los ignorantes coinciden con los propiciadores de las causas, lo cual ayuda a éstos últimos, en detrimento de toda la sociedad, pues es bueno aclarar que una cosa es estar conciente de una causa y luchar en favor de ella; mientras que otra cosa diferente es estar conciente de la justeza de esa misma causa y evitar su advenimiento. De todas maneras, con la expresión, se está admitiendo tácitamente que es la falta de trabajo y equidad social lo que origina la delincuencia callejera.

No cabe duda de que lo ideal, ciertamente, es que trabajen y/o estudien; pero lo que se quiere dar a entender de manera expresa, es que hay una resistencia a hacerlo por un "desinterés patológico", que es una forma elegante de decirles vagos irremediables. Sin embargo y en todo caso, si se trata de una patología social, su cura y/o control están tan a la vista como las propias causas; es como tener las curas para enfermedades como el SIDA o el cáncer y no querer aplicarlas a los pacientes que las sufren.

Cuando a una sociedad se le castran sus más caras aspiraciones, mediante golpes de estado, represión, irritantes privilegios y actos de corrupción que le niegan sus derechos más inalienables, los auspiciadores logran un éxito desde el punto de vista de la lógica de su filosofía, debido a la desesperanza, la frustración y desamparo en que queda sumida. Ese éxito es aparente y no lo ven así a pesar de escarmientos anteriores, porque la ambición es ciega y no mide consecuencias. La delincuencia callejera se incrementa tras ese éxito y. aquellos que tenían la esperanza de trabajar y estudiar, se convierten en delincuentes en potencia. Para muestras, basten los casos de Centro América.

Un mentís a los que piensan que la delincuencia no es consecuencia de la pobreza, que por el contrario, se debe a que no quieren trabajar o estudiar, solo tienen que ver la cantidad de personas con tarantines en las esquinas o pregonando frutas por las calles; a infelices tocando las puertas de las casas de acomodados ofreciéndose a limpier el patio, botar la basura o limpiar los zapatos, o a niños limpiando cristales a los vehículos y hasta haciendo trabajos de adultos. Todo eso es deseo de trabajar, de ganarse la vida para no delinquir. Pero, ¿qué tan suficiente ingreso pueden proporcionar esas tareas informales, que permitan llevar una vida digna?. ¿Pueden costear los alimentos para sus familias, los útiles escolares, el transporte, el vestido y la salud?. ¿Deben conformarse con eso y escuchar cada cuatro años las mismas promesas de cambios?. Cada cuatro años aumenta el nivel de delincuencia, porque ya los que eran potenciales delincuentes, se han convertido en delincuentes reales.

Pero no sólo la falta de trabajo y oportunidades hace de los ciudadanos humildes potenciales delincuentes, también los bajos salarios de los obreros, policías, guardias y empleados públicos son incentivos para delinquir, toda vez que la voracidad del comercio les exige disponer de cada vez más dinero para satisfacer sus necesidades primarias. A la par, existe otra fuente informal de ingresos, un fenómeno en la amplia gama de delitos: el narco tráfico. Se trata de una actividad altamente rentable y cada vez menos riesgosa en la medida que va permeando las altas instancias del poder político; irresistible a la tentación para quienes no tienen nada qué perder y hasta de quienes sí tienen qué perder, pues es capaz de sobornar hasta a quienes no necesitan más dinero, pero que les importa un comino la suerte de la sociedad.

Puede decirse, entonces, que la potencialidad de la delincuencia callejera está en la pobreza económica; mientras que la delincuencia global radica en ambas: la pobreza económica y la pobreza de valores, siendo ésta última de la que menos se habla.