domingo, 21 de junio de 2009

EL TELEFONO Y LA CORTESIA

Los precursores de la telefonía, desde que se conoció el primer esbozo en 1854, hasta que se materializó la idea, en 1877, pudieron imaginar que ese indispensable recurso tecnológico se masificaría, resolviendo un problema de comunicación que, hasta entonces, dependía de la movilidad en vapores, máquinas de vapor, el lento telégrafo o el noble y queridísimo caballo.

Fueron tareas del francés Charles Bourseul, quien planteó la idea en 1857; de los norteamericanos Alexander Graham Bell, inventor en 1877 y Edwin T. Holmes, precursor, en el mismo año, de las conexiones entre dos o más teléfonos y que dió origen a la primera central telefónica en Boston, Massachusetts, a partir de un sistema de alarmas para ladrones inventado por él mismo. Lo que no ha sido tarea de éstos precursores es la forma o comportamiento de los usuarios; ya ésto es asunto de la cultura de éstos, de sus modales y del sentido de la cortesía que pueda haber cultivado, lo que se logra con la educación y las relaciones interpersonales.

Procedo de San Pedro de Macorís, ciudad en la que en 1884, es decir, siete años después de lo acontecido en 1877 y 27 a partir de 1857, se instaló la segunda central telefónica del país; la primera fue Santo Domingo. La historia de la telefonía en nuestro país recoge la primera conversación desde Santo Domingo a San Pedro, entre el presidente Ulises Hereaux (Lilís) y Francisco Gregorio Billini. Pero fue en San Pedro donde se instalaron los primeros teléfonos automáticos, aquellos que tenían un dial numerado. Y, de donde realmente procedo, del Ingenio Consuelo, en la misma provincia, la telefonía existió también temprano, gracias a la compañía norteamericana West Indies Sugar Co., al igual que en los demás ingenios del entorno.

En las conversaciones telefónicas, la cortesía prácticamente es automática y espontánea, si quienes están comunicados son personas educadas. El saludo inicial, tal y como si llegáramos a algún lugar a entrevistarnos con alguien; frases introductoras que van a impregnar buen ambiente al desarrollo del objetivo central de la llamada, así como una despedida cortés y alentadora para próximas comunicaciones, resumen el protocolo para una conversación telefónica respetuosa y agradable. Resulta sumamente desagradable una forma tosca de contestar con un "Alóó", así de estridente, como doble acentuado, y a seguidas preguntar: "¿Quién habla?", en lugar de ahorrarse ese "Alóó" y simplemente decir, según sea: "Buenas tardes", pues quien llama estará en la obligación de contestar el saludo e inmediatamente identificarse.

El tono de la voz es muy importante. Hay quienes, como yo, tienen problemas auditivos y tienden a hablar más alto de lo normal, aunque muchos lo hacen por mala educación, lo cual suena también desagradable; pero hay quienes hablan extremadamente quedo y resulta igualmente desagradable, pues da la impresión de desgano o de pocos deseos de conversar con quien le ha llamado, dando respuestas tajantes, escuetas y dejando intervalos de silencio expresamente para inducir al interlocutor a terminar la llamada. Al colgar lo hacen con rapidez y brusquedad, de manera que es percibido por el otro, que ha colgado más despacio. Eso lo he vivido en carne viva; no escondo que a veces, molesto por algún desaire o apatía por parte, casi siempre de personas estimadas, he colgado brúscamente.

Escoger las horas para llamar también tiene su importancia. Lo ideal es conocer, si se trata de amigos o relacionados y por medio de éstos, cuáles son las horas disponibles en su agenda diaria. Lógicamente me refiero a llamadas de índole personales o en sus horas laborables, pues nadie preguntaría a una farmacia si le puede llamar o no. Pero ocurre que hay personas a las que no se les puede llamar a su trabajo para no interrumpirlos, pero tampoco a sus casas porque llegan muy cansados. Si quiere comunicarles algo importante para él mismo, tendría que esperar que salga de él llamarle.

Enseñar a los niños cómo contestar el teléfono es determinante para sus buenos modales. Es muy frecuente llamar y hallarse con un niño contestando de manera inadecuada y que desesperan, pues no informan nada y tardan en llamar a la persona deseada. Hace tiempo recibía llamadas insultantes por parte de unos niños que gozaban su travesura; pero las palabras que usaban eran muy obsenas. Las llamadas se repetían con mucha frecuencia varias veces al día durante toda una semana, pero no contábamos aún con el recurso de poder identificarlas en pantalla. Lo que sí se podía hacer era informar a la telefónica por vía de la Policía Nacional, que le autorizaba a intervenir el número molestoso. Así pude descubrir el hogar del que procedían las llamadas. El padre de los niños se presentó en mi casa a excusarse, al tiempo que me aseguraba que la sirvienta los inducía a hacer eso, que era quien le decía las palabras obsenas.

Pero hay adultos también. En otra ocasión me ocurrió lo mismo desde el teléfono de una persona muy conocida aquí en La Romana y ante la Policía negó el hecho, pero el oficial tenía el informe de la telefónica que lo dejaba sin argumentos. Y para que vean por dónde anda la educación en estas cosas, un día marqué un número equivocado y se produjo el siguiente diálogo:
-Receptor: Alóó ¿Quién es? (claro que omitía las "s" siempre)
-Yo: Buenas tardes
-Receptor: A quién llama (no me contesta el saludo)
-Yo: Bien, por favor, me puede comunicar con R...
-Receptor: ¿Quién diablos es R..., aquí no vive ninguna R...¡CRAK!
¡INCREIBLE!

Con simples frases de cortesía se evaden situaciones no deseadas. La ofensa se produce voluntariamente si nos disponemos a ofender; pero también se produce involuntariamente, si no pensamos antes de ofender. Luego tenemos que dar disculpas, que no siempre concencen y queda registrada la actitud para el futuro. Hoy día podemos ver en pantalla el número del cual se llama, tanto en celulares como en aparatos fijos. Considero más prudente no contestar si no lo deseamos, pero lo que no debemos hacer es "tumbar" la llamada, pues eso se nota y resulta, a mi modo de ver, no sólo falta de delicadeza y educación, sino que es un acto irrespetuoso. Muchas personas en reuniones de trabajo mantienen encedidos los celulares. Lo mejor es apagarlos, pues se entiende que si no lo puede usar, debe evitar que suene en plena reunión. Entonces lo que hacen es que interumpen la llamada, ven de quién se trata y le devuelven cuando termina la reunión. El aparato apagado registra las llamadas como perdidas; pero prefieren ocurra aquello, pues se creen que, ante sus compañeros, se ve como resultado de cuán importantes son.

Lo más increíble de todo esto es que hay personas educadas para algunas cosas, pero para éstos casos y muchos otros son bestias parlantes. Tenemos personas "profesionales", con presencia en instituciones sociales, políticas y culturales que eligen cuándo deben exhibir su buena educación y cuándo deben mostrar lo que realmente son. Todo dependerá del ambiente, de cuán importante sea su interlocutor y hasta su "amigo". Es como aquel que, en su casa, come con la desesperación grosera de un perro muy hambriento y pretende hacerlo distinto en un banquete. Si nos educamos debemos hacerlo para que nuestra educación hable por sí sola en toda circunstancia y lugar. Nadie es más importante que los demás; nadie está exento de las vicisitudes; todos conocemos el pasado, y el presente, hasta el minuto que precede al siguiente; de ahí en adelante, nada conocemos. "LAS TORRES QUE EN EL CIELO SE CREYERON, UN DIA CAYERON POR LA HUMILLACION".