jueves, 14 de mayo de 2009

TRUJILLO: 49 AÑOS DESPUES


La persona que por su obra, buena o mala, entra a la Historia, no sale de ella jamás; pero es deber de los historiadores mantenerla en su justa dimensión,
de generación en generación.
(RGV)

Pero tal deber no siempre es cumplido. El historiador serio lo cumple, pero al otros hacer lo contrario, se crea una suerte de polémica que arroja confuciones dañinas, por el hecho de que se dificulta establecer la verdad histórica con precisión. Hay de todo: manipulación deliberada, odio al personaje o excesiva admiración a éste, exaltación expresa de todo lo positivo obviando lo negativo o vicerversa, Etc., Etc. Con Rafael L. Trujillo podemos comprobarlo. En la vida política dominicana, éste personaje es omnipresente, como consecuencia de su prolongada estadía en el poder, lo cual le dió tiempo para incidir con caracter casi indeleble en la personalidad de la generación que le tocó vivir bajo su influencia. Dicha generación pasó a la siguiente tal influencia, no sólo en lo que a la personalidad del dominicano se refiere, sino también a la forma de hacer política, actividad que, en nuestra sociedad de hoy, tiene su razón de ser en la figura del gobernante, el caudillo, la adulonería, el tráfico de influencia y la simulación.

Al cabo de cuarenta y nueve años del fin de su vida, Trujillo es referente obligado, tanto por su propia gestión, como por la prolongación de su dictadura sin su presencia durante doce años con uno que otro lapso de reacomodamiento. Pero al cabo de tantos años, vemos que el personaje es resucitado y alabado más que criticado, aunque las alabanzas se cubren sutilmente con subterfugios no siempre bien escogidos. Esto no es casual; lo vemos en opiniones tanto de historiadores como de sociólogos y sicólogos. Se refieren con indignación mal disimulada cuando hablan de los crímenes; pero con abiertos elogios al referirse a lo económico, educativo, órden social o nacionalismo. Pero aún sobre los crímenes, especialmente sobre los cometidos durante los últimos años, pretenden culpar, más que a Trujillo, al jefe de su Servicio de Inteligencia Militar (SIM), Johnny Abbes García, quien ciertamente no está excento, pero lo que pretenden dar a entender es la ausencia de órdenes expresas de Trujillo o una manipulación por parte de Abbes aprovechando el deteriorio síquico o su senilidad afectada por achaques de salud.

Recientemente pude ver en un conocido programa de televisión, un foro sobre los crímenes cometidos durante la fatídica Era. El historiador Bernardo Vega decía que Johnny Abbes comprometió a Trujillo con acciones criminales que antes no había cometido. Es en ese "nunca había cometido" donde está la clave de lo antes dicho. Se refería a los crímenes contra las hermanas Mirabal, los atentados a presidentes extranjeros y el exterminio de los invasores del 14 de junio de 1959. Si según Vega, antes no había cometido semejantes acciones, le pregunto si no fueron crimenes igualmente atroces el de De la Maza, de Mauricio Báez, Maynardi Reyna, la matanza de haitianos de 1937, la cual se la quieren atribuír a una borrachera, el asesinato de Marrero Aristy, su colaboración con el sangriento derrocamiento de Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala y la muerte de Galíndez; todos cometidos sin los consejos de Johnny Abbes.

Con tales criterios, el Lic. Vega está eximiendo de responsabilidad a los acólitos intelectuales, quienes con tan sólo colaborar con el régimen, se hacían cómplices pasivos de sus desmanes. Nadie puede asegurar que de esos intelectuales no saliera una que otra sugerencia macabra; una idea dirigida a desplazar de posiciones envidiables con la consabida y humillante "caída en desgracia" considerada una condena infernal para quienes la sufrieran, arrastrando de paso a todos sus familiares y que podían terminar en muertes. Sabemos, por ejemplo, que el padre Oscar Robles Toledano informó a Balaguer de los pronunciamientos contra Trujillo, por parte de Jesús de Galíndez, por lo tanto, hay complicidad de ellos en todo lo que ocurrió después. Pero antes y durante Johnny Abbes, nadie puede olvidar los desmanes, crímenes y humillaciones por parte de Félix Bernardino en el Este. Como embajador en Cuba, coincidió con el exilio de Mauricio Báez, ¿quién pone en duda su respnsabilidad en la desaparición del líder obrero?.

Otro historiador, Euclídez Gutiérrez, asegura que Trujillo nunca enamoró a Minerva Mirabal. Eso parece intrascendente toda vez que lo esencial es la lucha de ella contra el régimen, pero por qué decirlo si no lo ha desmentido su hermana Dedé Mirabal ni otros que pudieron ser testigos, sabiendo que en nuestro país se llegó al colmo de la indignidad, cuando padres ofrecían en sacrificio a sus tiernas hijas. Esta indignidad no ocurrió en el caso del padre de Minerva y la propia Minerva no lo aceptaría. Si Euclídez lo dice porque alguien se lo contó, todos sabemos aquí cómo son las "fuentes de entero crédito". Este historiador es muy versado y locuaz. Considero sus escritos con mucha calidad literaria y pedagógica; pero se le escapan términos que pueden ser interpretados por el estudiante jóven como muy benevolentes hacia el personaje que trata de ubicar en su justa dimensión.

Por último, Víctor Grimaldi, controversial hijo de un trujillista, ha investigado y escrito mucho sobre el personaje y la Era. Llevó la voz cantante durante el gobierno de Hipólito Mejía sobre el tema, no sabemos con cuáles intenciones. Este "caballo de Troya" peca de cínico e hipócrita cuando propone, haciendo alardes de antitrujillista, que el 30 de mayo no sea Dia de la Libertad, sino el 24 de abril, pues el 30 de mayo sólo simboliza la caída de la tiranía, mientras que el 24 de abril simboliza la continuación del 27 de febrero de 1844, pues se inicia la lucha por la verdadera democracia que trató de reinstaurar el gobierno de Juan Bosch, a quien calificó de Padre de la Democracia. Hermosas y verídicas palabras. ¿Dónde está el cinismo y la hipocresía?. Basta recordar su papel del 17 de mayo de 1990. Ese día se propició la continuidad del trujillismo sin Trujillo; del otro "padre de la Democracia". Víctor Grimaldi controlaba, en representación del PLD, los cómputos del certamen electoral en que se presentaba Juan Bosch como candidato del PLD.

Entiendo que el historiador debe ser, además de cronista, analítico e imparcial; pero, repito, eso es muy escaso en la práctica. Como cronista, debe tomar en cuenta, no sólo el órden de los hechos, sino el por qué de ellos en su momento, lo cual proporciona facilidad al entendimiento. Debe tomar en cuenta, además, que no puede haber un acontecimiento desligado de la realidad que impera en un momento dado, en una región determinada y en circunstancias específicas; como tampoco pueden desligarse los hechos de sus protagonistas, pues dependiendo de lo que ellos representan, depende también el curso de la Historia. Sin el sello personal de Trujillo, aquella dictadura hubiese sido diferente, aunque dictadura al fin, por lo que todo lo acontecido tuvo un estilo y una metodología consustancial a la personalidad síquicamente cuestionada del personaje llamado Trujillo. Tenemos historiadores que se diferencian de Bernardo Pichardo, únicamente en la narración de los acontecimientos del Santo Cerro y en que son más modernos. Por eso quiero terminar insertando lo que dijo un historiador y sociólogo diferente, Roberto Cassá:


"A pesar de que durante esa época se escribió más de ese régimen que de cualquier otra etapa de la historia dominicana, por dictamen del propio tirano, todavía sigue siendo una tarea pendiente".

"Muchos historiadores pretenden atribuir bondades al régimen trujillista sin colocar en la misma balanza los rasgos despóticos que fueron más severos porque esa "larga y terrible dictadura" obedecía a una línea de fuerza que recibía los beneficios de la burguesía de entonces".

"No hay duda de que la economía creció y se modernizó el Estado, pero a un costo espantoso que se caracterizó por la explotación y la opresión hasta niveles inauditos".

"En el país todavía no se cumple la democracia social, pero en base a eso no se debe legalizar el ordenamiento trujillista y lo que se plantea es el desarrollo y la radicalización de la democracia".

Añado a lo dicho por Cassá, que ese crecimiento y esa modernización se llevaron a cabo con criterios personalistas, no nacionalistas, pues muchos pretenden también reconocerle a Trujillo un nacionalismo desinteresado y hasta cierto punto patriótico. Prueba de ello es que todas las grandes empresas eran suyas y fue el principal latifundista; todo lo cual representaba un patrimonio personal estimado en unos 9 mil millones de dólares de la época. Esto significaba un desplazamiento definitivo de otros intereses extranjeros para su provecho personal. Por algo se preocupó el amo del Norte al final de la Era.