viernes, 3 de abril de 2009

IMPREDECIBLE DESENLACE

Los que no somos ecomistas y aún muchos economistas, estamos atrapados en un laberinto de confusiones provocado por la guerra de opiniones sobre esta crisis integral-global en pleno desarrollo. Por todo cuanto se dice, no es dificultoso afirmar que será tan larga como lastimosa para los desamparados de siempre, así como para los desamparados que generará la propia crisis. Y digo lastimosa porque por lo que hasta ahora se ha visto en materia de pérdida de empleos en los Estados Unidos y Europa, principalmente, augura una particular situación de peligrosa presión social en los países de nuestra región, ante el inevitable retorno voluntario o involuntario de nuestros nacionales que han emigrado a los países desarrollados.

Hasta ahora, todos los economistas coinciden en decir que América Latina está en cierto nivel de preparación para la crisis que puede calificarse de aceptable, por cuanto crecerá, a pesar de la crisis, aunque no en la medida que se había previsto antes de declararse los problemas. Sin embargo, ese modesto crecimiento, que ya incluye en su cálculo la disminución de las remesas que envia la diáspora, puede verse afectado por la presión social antes mencionada, toda vez que se reducirán las capacidades de los gobiernos para resistir las embestidas. Ocurre que ningún gobierno podrá evitar que sus ciudadanos emigrados retornen, como tampoco pueden limitarle sus derechos a reclamar protección gubernamental.

Lo de impredecible se inscribe en la lógica del agotamiento de los modelos capitalistas, por cuanto en ese sistema no aparecen nuevas alternativas; o regresan al proteccionismo o siguen apostando al libre mercado. A lo sumo, lo que pueden hacer es, si retornan al proteccionismo keynessiano, innovar en los métodos de regulación, Pero, como vimos en la cumbre del G-20, se intenta seguir dando protagonismo al Fondo Monetario Internacional en lo que respecta a la ayuda para los países en desarrollo, un organismo que, más bien, es causante de crisis en nuestros países, regulando a quienes no tienen culpa de nada.

Pretenden resolver la falta de liquidez prestándonos dinero, como si las deudas ya acumuladas no fueran causantes de crisis en los países sub desarrollados. Además, ya está comprobado que las deudas existentes son impagables, lo cual nos obliga a soportar las recetas del FMI por los siglos de los siglos. Entonces, si esta crisis ha generado mayor desempleo; si el FMI, en sus recetas tradicionales, requiere reducción del gasto social, ¿no sería echarle más leña al fuego en medio de la crisis?.

Hay discrepancias importantes entre los siete del G-7, que son también miembros del G-20; así como discrepancias entre el G-7 y los restantes 13 del G-20. Estas contradicciones son las que fortalecen la necesidad de que todo se discuta en el marco de la ONU; es decir, en el G-192, como dice Leonel Fernández. Pero ocurre, que aún siendo los poderosos los causantes del embrollo, hay que hacer lo que ellos digan y, aunque se discuta en el seno de la ONU, nada garantiza el cumplimiento de los acuerdos, toda vez que éstos, necesariamente, exigirían a los poderosos ceder en asuntos puntuales que afectarán sensiblemente los intereses, no de sus Pueblos, sino de sus élites.