jueves, 12 de febrero de 2009

BOSCHISMO, PELEDISMO E IZQUIERDISMO

En la mayoría de mis escritos sobre política nacional, trato de confiar en mi memoria si me refiero a acontecimientos del pasado, tal vez recurriendo a fechas exactas o a nombres de personajes que no recuerde. Por eso, en estos casos, no suelo incluír enlances ni bibliografía.


Soy boschista sin ser peledeísta; pero si llego a serlo, seré más boschista que peledeísta. Esto dije en una ocasión a un dirigente del PLD, por allá por 1989. Me contestó que ambas cosas son consustanciales. Le riposté que no; que podría repetirse la historia del PRD. Este dirigente se alarmó con mi apreciación. Le expliqué que, a mi modo de ver, Bosch nunca falló en sus convicciones, a pesar de lo controversial; siempre fue coherente en su pensamiento y perseverante en su lucha, mientras que el Partido, como tal, puede fallarle al Pueblo dominicano. Le dije, además, que no me imaginaba a Bosch desde el gobierno, haciendo todo lo contrario de lo que predicó.
Cuando se produjo el fraude de 1990, tuve la sensación de que todo estaba perdido. Sabía que sería para el profesor la última oportunidad. Me sentí frustrado y, cuando para las elecciones de 1994, el Partido lo escogió de nuevo, sentí pena por él porque me imaginé lo que justamente ocurrió. ¡Cuán triste me sentí cuando lo ví despedirse de la política!. "Siento que he arado en el mar", fue su último lamento. ¿Lo dijo por inconformidad con su país?; ¿con sus discípulos?. Hay que recordar cuando intentó renunciar al Partido; lo iba a hacer por inconformidad con algunos de sus discípulos. ¿Cuántas veces se sintió traicionado?. Once diputados tuvo que purgar el Partido; enfrentamientos directos con dirigentes de la talla de Rafael Alburquerque, fueron algunas de las lamentables situaciones que tuvimos que vivir. Para mí, siempre hubo una soterrada conspiración que venía manifestándose de manera ocasional mientras Bosch fue el timonel.

Alegar que el Partido no podía aplicar el boschismo en esta nueva correlación de fuerzas, debido a una supuesta "muerte de las ideas", no es más que una forma de justificar las pretenciones que siempre tuvieron los anti-boschistas infiltrados; de los simuladores que hubo que purgar y que hoy son de los principales actores en el gobierno peledeísta. La correlación de fuerzas que hoy actúa bajo la consigna de la unidad de los Pueblos, es un mentís del fallecimiento de las ideas. Porque cayeran el bloque soviético y el muro de Berlín, no tenía necesarimente que descalificarse al boschismo, por cuanto ésta doctrina no era pro soviética, sino una concepción latinoamericana de la justicia social . Lo que vemos hoy en América Latina, es un esfuerzo por instaurar gobiernos con las características del boschismo; que se sostengan el tiempo suficiente para llevar a cabo los cambios que necesita la región. No entiendo entonces cómo después de los acontecimientos de Europa Oriental, el presidente Fernández asegurara que su libro predilecto es "Dictadura con Respaldo Popular", una contradicción a su afirmación, en otra ocasión, de que su libro preferido era "José Fouché". Quien haya leído ésta última obra, estará en capacidad de saber cual de las dos afirmaciones es la más sentida por el presidente, aún cuando José Fouché se conformaba con ser poder detrás del trono.

Y DE LAS IZQUIERDAS, ¿QUÉ?

Fuí miembro del Movimiento Popular Dominicano (MPD), entre 1966 y 1969. Por razones familiares, tuve que mantenerme al margen de la actividad partidaria, pero sin abandonar mis ideas. Eran años muy duros y complejos, en los cuales la vida de un revolucionario estaba en riesgo constante. Entre los compañeros emepedeístas se criticaba mucho las posiciones de Juan Bosch. Se olvidaba que Bosch no era comunista, por lo tanto, no podía actuar como tal, o más bien, como desearan los comunistas. Pero también Bosch criticaba a los comunistas y polemizaba con ellos. Hay que recordar los enfrentamientos con Orlando Martínez, a la sazón director de la revista Ahora. Y es que a Bosch se le exigía actuar como un comunista sin serlo. Ahora bien, los razonamientos de Bosch en cuanto a las estrategias de lucha de los partidos comunistas de la época, no estaba divorciada de la lógica política. Los izquierdistas de entonces, además de estar fatalmente divididos, empantanados en una lucha de conceptos que descuidaba la práctica de la lucha correcta contra el gobierno de Balaguer, tenían la creencia de que en cualquier momento podría repetirse una nueva guerra popular; creían que era muy factible el derrocamiento del régimen de Balaguer e instaurar en su lugar un gobierno revolucionario, lo cual, a los ojos de cualquier conciencia clara, era simplemente imposible, principalmente por razones geopolíticas.

Bosch razonaba que, en toda guerra, cuando se pierde una batalla y hay que replegarse, se hace con la intención de reorganizarse, analizar por qué se perdió esa batalla y aplicar nuevas tácticas y estrategias. La guerra de abril podía definirse como la pérdida de una batalla, por lo cual, la etapa balaguerista era la oportunidad del repliegue y reorganización, bajo la misma unidad que prevaleció durante la guerra. No significa ésto que no debía combatirse a Balaguer; pero la errónea interpretación del momento político primó sobre los actores principales, sin perder de vista las estrategias enemigas, como infiltraciones, compras de conciencias, persecuciones por parte de la CIA, Etc., todo lo cual provocó que se desvituara la verdadera lucha para la toma del poder.

Después de tan dolorosa etapa, cuando en 1973 se funda el PLD, muchos izquierdistas, entre ellos muchos ex miembros del MPD, pasaron a formar parte, con Juan Bosch, de éste nuevo proyecto político. Pero la mayoría de los izquierdistas que sobrevivieron a los doce años balagueristas, o se mantuvieron con sus mismos discursos, claudicaron vergonzosamente, se fueron al PRD o simplemente formaron otras denominaciones políticas de poca incidencia. Hoy por hoy, la pregunta obligada es ¿dónde está la verdadera esperanza?. Escuché a Narciso Isa Conde decir, ante una pregunta que le formuló un televidente, que para que surja un nuevo liderazgo con arraigo en las masas, es necesario que se produzca un acontecimiento de tal importancia, que dé a luz a ese nuevo liderazgo. No estoy de acuerdo, aún cuando sea cierto que en las grandes coyunturas aparecen líderes populares. Pero esperar que ésto se produzca, es como reconocer que él mismo no está en capacidad de organizar a las masas mediante prédicas, acciones y estrategias coherentes y convincentes y que ese liderazgo que surgirá, no lo incluye a él. El surgimiento de un liderazgo como consecuencia de un gran acontecimiento, puede dar cabida también al oportunismo y cualquier improvisado puede alzarse con el poder y hacer más daño que bien.

Chávez, Evo, Lula y Daniel Ortega, son líderes fogueados en las luchas sostenidas durante años mediante la entrega total; lógico es que hacia ellos se volcaran las simpatías; son liderazgos forjados, cultivados, tejidos en la persistencia y la perseverancia; la templanza, sin tumbos ni zig zags. Mientras que, en nuestro entorno, podemos ver la inconsistencia y la poca innovación de estrategias; la improvisación de posiciones mal fundamentadas y contradictorias. Lo que vemos, además, es un afán de protagonismo, así como egoísmos que siempre impedirán la unidad de criterios y de acciones. Por eso y por mucho más, el boschismo está vigente como doctrina, sólo falta despojarnos de los perennes eufemismos; falta el patriotismo con su componente humano y combativo.