martes, 24 de junio de 2008

EL PERIODO ESPECIAL DOMINICANO (I)

 

    Voy a hablar de mi país, tal como prometí en la última entrega "Los peligros que nos asechan", pero antes me referiré brevemente, a un acontecimiento de finales del siglo pasado, la crisis que generó en un país pequeño y cómo ese país enfrentó dicha crisis. Me refiero al acontecimiento más importante después de la Segunda Guerra Mundial: la caída del campo soviético y a la crisis que provocó en Cuba.

Durante el apogeo de la URSS, Cuba estuvo en camino firme hacia el desarrollo, a pesar del bloqueo iniciado dos años después del triunfo de la revolución. Sin el apoyo soviético, no habría arrancado la revolución; no existiera tal y como la conocemos hoy. Muchos están sorprendidos porque a 19 años de aquel acontecimiento, aún permanecen Cuba, su revolución y sus dirigentes, lo cual no sería así, si el país no se hubiera preparado para proseguir solo; si sus dirigentes y su Pueblo no fueran perseverantes. Pasar de cierto grado de progreso sostenido a una situación generalizada de crisis económica larga, que ellos denominaron "el Período Especial", puede perfectamente desmoralizar a no pocas personas. El Período Especial va de paso cuando se presenta una nueva crisis, ahora mundial, que para Cuba significa un nuevo reto; pero ahora, nadie tiene más experiencia que ese país para enfrentar la situación.

¿Es posible para otros países sortear la situación sin mayores traumas?; ¿es posible que en República Dominicana eso ocurra?. No pretendo, de ninguna manera, esperar ni proponer medidas a lo cubano, aunque sí considero que debe entrarse en un "Período Especial", aún dentro del sistema capitalista. El Período Especial cubano fue igual de especial para todos, los que no lo soportaron salieron hacia EU. El Período Especial dominicano debería ser igual para todos, pero es ahí precisamente la diferencia. Las crisis actuales nos han tomado desapercibidos, desorganizados, socialmente descompuestos, arropados por las delincuencias común y no común, con un alto índice de pobreza, un derroche ofensivo por parte de los ricos, una corrupción desvergonzada y una tímida acción correctiva.

¿Qué puede esperarse de nuestro gobierno? Las medidas tienen que tomarse en proporción a la magnitud de los problemas; en otras palabras, los paliativos no tienen cabida. Entonces el problema es grave, pues para resolver de verdad, hay, necesariamente, que distribuír equitativamente los efectos de las crisis. Esto, a su vez, implica disminuír privilegios, afectar intereses que toda la vida han sido intocables.

El petróleo, hoy convertido en la manzana de la discordia, se está produciendo suficientemente para cubrir la demanda, los que no lo producimos, nos estamos rompiendo la cabeza; pero nuestras cabezas podrían estar tranquilas con medidas perfectamente aplicables en la coyuntura actual y, por lo tanto, comprensibles desde el punto de visa humano, toda vez que estas crisis van para largo o, tal vez, para muy largo si no se complican más las cosas en el terreno de la geopolítica.

En mi próxima entrega, expondré lo que, a mi juicio, debería ser el "Período Especial Dominicano", aunque les parezca una quijotesca locura.

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